Allá a donde queremos ir

Paraíso Perdido

No me importa si algunas de estas odas y rezos nunca llegan a ti. Aún recuerdo la primera vez que tu silueta se dibujó en mi ojo. Aun siendo pueril, encontré la forma definitiva de la belleza. Eras tú, tu piel, tu cabello y una forma desvergonzada de voltear la mirada sobre el hombro.

Así, inalcanzable, así violenta y con valor de tempestad. Eras y serás, la forma más natural de lo que puedo llamar divino.

Una noche, tuve la fortuna de tocar tu mano. Te alejaste, pero aun así puedo morir en paz. Siempre con tu tacto y el recuerdo de un paraíso perdido.

Te nombro en secreto y te venero cómo la ausencia infinita de Dios. Eres, sin más, mi más grande añoranza.

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